“Fuente: Revista Aconcagua Cultural”
Escribe: Pablo Cassi, escritor, representante para Chile de la Convención
Internacional del Escritores en Lenguas Europeas. España
Con motivo de cumplirse 84 años del fallecimiento de este excepcional sanfelipeño, en abril de 1928, “Aconcagua Cultural”, se adhiere a esta efeméride con la cual la Pontificia Universidad Católica de Santiago y la Academia Chilena de la Historia, recuerdan al más influyente servidor público e intelec- tual chileno de la segunda mitad del siglo XIX. Abdón Cifuentes, figura altamente representativa de su época, defendió la independencia de la Iglesia frente al Estado laicista, y luchó por el progreso social a través de la educación. Concibió a Chile como un país industrial, y promovió la capacitación técnica, en particular para los sectores medios y populares, y también para la mujer, a fin de incorporarlos al mundo laboral. Sus planteamientos pueden apreciarse en el desarrollo educacional del siglo XX. También se destacó por su intensa actividad en todas las áreas del desarrollo social, público y privado. En él confluyen los compromisos con el servicio público y un espíritu creativo que lo convirtió en el ciudadano más importan- te de su tiempo.
Nació en San Felipe el 16 de marzo de 1836, dentro de una familia originaria del siglo XVIII. Se educó en el liceo de esta ciudad el tercero más antiguo del país y posteriormente en el Instituto Nacional de Santiago. En 1862 se graduó de abogado en la Universidad de Chile. Su incesante actividad se desarrolló entre 1853, cuando se inició como docente, y ésta concluye en 1920, al renunciar a la Universidad Católica. Hombre de gran cultura, leyó a los filósofos de la Ilustración, a los pensadores e historiadores de su tiempo. Participó activamente en el periodismo y en partido Conservador, destacándose en su condición de diputado, senador, Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública. Su nombre se encuentra en la nómina de los principales fundadores de la Universidad Católica en 1888. Sus conocimientos siempre renovados se vieron enriquecidos por un viaje a Europa y Estados Unidos, estadía que se prolongó por 18 meses (1869-1871). De regreso en Chile, propuso modelos educacionales prácticos, de los países más avanzados, los que intentó crear e impulsar en nuestro país.
Progreso social y capacitación técnica
En Estados Unidos de América admiró las exitosas experiencias de la enseñanza aplicada al mundo del trabajo y como resultado de su viaje, trajo a Chile modelos educativos de carácter práctico, cuya realización respondía a un sólido marco conceptual europeo y norteamericano y a sus propias experiencias y reflexiones personales. Abdón Cifuentes, concebía el futuro de Chile en el desarrollo industrial. Un país dotado de excelentes materias primas como el nuestro que solo exportaba sus insumos a naciones desarrolladas, difícilmente lograría consolidar su propio crecimiento económico. Era imprescindible contar con trabajadores capacitados en el ámbito industrial. En su pensamiento, el concepto de enseñanza práctica se aproxima a la noción de enseñanza técnica, básicamente, a una enseñanza que prepare a los jóvenes a ganarse la vida mediante un trabajo calificado; la que además debía incluir una formación religiosa, moral y espiritual, para conformar la personalidad de los jóvenes en una sólida disciplina ciudadana. Una de las metas de Cifuentes a lo largo de su vida fue incluir en todos los niveles de la enseñanza los conceptos de: familia, escuela, salud, inclusión del mundo obrero, instituciones de beneficencia y desarrollo del ámbito universitario.
Observaba con preocupación que la educación estaba formando principalmente hombres de letras en los sectores sociales altos, muchos de los cuales abandonaban las aulas por no contar con las condiciones personales adecuadas. Peor aún era la situación de la clase media; los alumnos, aún los más capaces, no contaban con recursos económicos para terminar su educación; y si lograban llegar al final de sus estudios, éstos no los capacitaban para ganarse la vida, y se veían obligados a desempeñarse en oficios inferiores. En la clase obrera prácticamente no existía enseñanza completa, ni siquiera en la instrucción primaria. En este sector, las posibilidades de un trabajo digno y lucrativo eran prácticamente nulas.
Reforma al plan escolar
Cifuentes, argumentaba que era necesario aprovechar el espacio de todos los liceos para fundar en vasta escala, y de una manera científica, instalar la enseñanza industrial en el pueblo, multiplicando de esta manera los medios que permitieran los jóvenes ganarse la vida y no convertirse en “perversos literatos o intelectuales, pudiendo ser tal vez verdaderos genios en la industria”. De aquí surge la idea de modificar el plan de estudios. En los liceos se conservarían los cuatro primeros años básicos, añadiéndose uno o dos años más de nociones prácticas, incluyendo química, física, mecánica e historia natural, “aplicadas al mayor número de industrias posibles”. Para dotar a los liceos de profesores idóneos, solicitó a que la universidad impartiera química aplicada. Los alumnos egresados de ese curso serían los profesores del ramo en los liceos, especialmente de provincias.
La reforma del plan escolar fue aprobada con entusiasmo por el rector de la Universidad del Chile; quien en su opinión expresó, era “lo que estos pueblos nuevos necesitaban para ser ricos y prósperos”. El rector propuso buscar en Francia a esos profesores de química aplicada entre los alumnos del profesor M. Dummas. Apenas se inició este proceso Cifuentes debió abandonar el Ministerio de Educación por circunstancias políticas.
El mundo rural: “escuelas alternadas” y enseñanza aplicada
En la instrucción primaria existía un gran ausentismo y deserción escolar, en las escuelas rurales. Numerosos niños se veían en la necesidad de trabajar a muy temprana edad, especialmente en labores campesinas. Entonces el ministro decidió dar mayor realismo y eficacia a los planes y programas básicos:
1) Reducir la jornada rural de seis horas de clases a tres.
2) Ocupar los locales, en forma alternada, para niños y niñas, dedicando tres horas de atención a unos y otras, respectivamente, en forma separada. Fueron las escuelas “alternadas”, cuyo modelo tomó de sus observaciones en los Estados Unidos. No obstante la escasez del presupuesto, mejoró las rentas de los preceptores, y construyó numerosas escuelas, especialmente en aldeas, pequeños pueblos y zonas rurales.
Profesiones de servicio para la mujer
La integración de la mujer al mundo laboral con la capacitación suficiente, estuvo vinculada en sus comienzos a la reforma de las escuelas rurales, a la salud y a otros servicios públicos, como el de Correos y Telégrafos. En opinión del entonces ministro, la mujer estaba dotada naturalmente para la educación y la desempeñaba mejor que el hombre. Al mismo tiempo, existían consideraciones económicas al respecto: para un hombre, la enseñanza representaba el trabajo peor remunerado dentro del país, inferior al de un albañil, situación que no le permitía mantener a su familia. A la inversa, para la mujer, la enseñanza podía convertirse en un medio de ganarse la vida con el trabajo mejor remunerado que pudiera obtener.
En las clases elevadas solo un mínimo de mujeres alcanzaba un título profesional. En la clase media y de cortos recursos, la hija era sólo carga para el padre. Ante esta injusta situación el ministro impulsó la capacitación para la docencia y la posterior administración de escuelas. El país, y en particular las provincias, adolecían de matronas, problema que iba en aumento. En la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, Cifuentes creó un curso de Obstetricia, por decreto de fecha de 24 de abril de 1872. El plan definitivo de estudios se dictó el 18 de junio de 1873. El nuevo curso se abrió en la Casa de Maternidad de Santiago, con cien postulantes.
Salud y hábitos de higiene
Tanto en Santiago como en muchas ciudades del país existía una “alarmante mortalidad”, especialmente entre los niños. Cifuentes, la atribuía a falta de higiene y de cultura. Planteó su inquietud a los miembros de la Facultad de Medicina: argumentando “creo que más importante que la gramática y la geografía, es la higiene”. Por sugerencia de los facultativos, seleccionó un texto del médico francés Tesserau, que hizo traducir al castellano. Hizo imprimir 40.000 ejemplares que distribuyó entre las escuelas primarias y lo impuso como ramo de lectura; en los liceos, como ramo obligatorio; y en las Escuelas Normales de Preceptores y de Preceptoras, como ramo de enseñanza.
Progreso social y desarrollo universitario
En el área de la salud, fundó los hospitales del Salvador y el de San Vicente de Paul, e inició allí los internados médicos de acuerdo a sus observaciones en Europa. Otras de sus preocupaciones fue reabrir la facultad de arquitectura, y complementar los programas de Arquitectura, Ingeniería y Bellas Artes.
La ausencia de institutos técnicos representaba un importante vacío en la enseñanza. Numerosos jóvenes querían dedicarse a oficios prácticos, pero carecían de estudios adecuados. Cifuentes propuso que la Universidad de Chile, impartiera lo que se denominó “ramos sueltos”, de acuerdo a sus necesidades de capacitación y a objetivos de trabajo. La medida se estableció por Decreto de fecha 30 de enero de 1872. Siendo senador de la república en 1908 presentó su antiguo proyecto sobre universidades, las que debían ser libres e independientes de la fiscalización estatal en cuanto a los exámenes.
Intercambio latinoamericano
Con la visión que lo caracterizaba Cifuentes puso en práctica el intercambio educacional. Respecto al reconocimiento recíproco de los grados académicos Chile llegó un acuerdo con Brasil (1898), Ecuador (1899) y Argentina (1902). El reconocimiento de los títulos profesionales fue propuesto por Joaquín Walker Martínez, de acuerdo con Cifuentes, en la Segunda y Tercera Conferencias Panamericanas, celebradas en México (1902) y en Río de Janeiro (1906). En Chile, esta moción fue aprobada por ambas Cámaras, y promulgada como ley de la República por el Presidente Pedro Montt y su Ministro de Relaciones Exteriores, Agustín Edwards, el 17 de junio de 1909.
La familia obrera y los Círculos Católicos
En 1865, Cifuentes Espinosa, funda la “Sociedad Católica”, la que tuvo una gran acogida en la sociedad chilena, diversificándose por todo el país. En 1882 y bajo los nombres de “Círculos de Estudio” y “Círculos para Obreros”, éstos primeros estuvieron destinados a preparar jóvenes cultos para el servicio público. El “Círculos de Obreros” continuo el modelo creado por el canónigo Kolping en Alemania, y ofreciendo jornadas escolares nocturnas para los obreros.
La Guerra del Pacífico en 1879 contribuyó a que muchos obreros que pertenecían a estos círculos debieron enrolarse en el ejército. Después del Combate de Iquique, el Estado hizo un llamado a las Asociaciones Católicas para asilar a los huérfanos de la Esmeralda y de la Covadonga. El local del antiguo Círculo de Obreros en Santiago fue puesto a disposición del Gobierno, y Monseñor Jara se hizo cargo de esta casa para albergar niños huérfanos. Igual situación ocurrió en San Felipe cuando en ese entonces el Presbítero José Agustín Gómez Díaz, transformó prácticamente el asilo de ancianos en un hogar para huérfanos y desvalidos, principalmente para aquellos soldados que regresaron mutilados de la confrontación bélica.
Con el apoyo de Domingo Fernández Concha, los círculos de obreros que habían decaído en sus actividades, volvieron a reiniciar éstas en 1884, donde asumieron el rol de verdaderas escuelas de enseñanza, de capacitación y de integración social del naciente movimiento que se conoce como mundo obrero.
Abdón Cifuentes y la fundación de la Universidad Católica 1888
En la fundación de esta casa de estudios superiores las Asociaciones Católicas tuvieron un rol fundamental, cuya data se remonta al 21 de junio de 1888. En su conformación académica participaron las Facultades de Derecho y de Matemáticas, el Externado Literario y Comercial “San Rafael”, de enseñanza secundaria, la Escuela Industrial“Asilo de la Patria”, asumida por esta casa de estudios, y el Pensionado“San Juan Evangelista” destinado a jóvenes de provincias. La Escuela Industrial se llamó posteriormente “Escuela de Artes y Oficios”impartiendo enseñanza primaria.
La importancia de las instituciones educativas de beneficencia
Cifuentes, observó en ese entonces que para las niñas no existía ningún asilo donde éstas pudieran capacitarse. Para su consolidación participó en diversas obras benéficas siendo la más importante el“Asilo de Santa Rosa”, el que se inició como una escuela gratuita que sostenía María Jesús Espínola, en el barrio de Recoleta. Recibían clases de lectura, escritura, catecismo y formación espiritual y práctica de los sacramentos. Cifuentes dicto cursos de aritmética, procurando el mejoramiento de la escuela. Finalmente, compró un conventillo en calle San Ignacio. Donde habilitó un lugar destinado a una escuela para niños y niñas, y asilo de niñas que carecían de hogar. Al morir la maestra Espínola, Cifuentes puso el asilo a cargo de las Conferencias de San Vicente que funcionaban en el Colegio de San Ignacio.
Su integridad, eficiencia y constancia en sus esfuerzos, hicieron de él una de las figuras más prestigiosas del país, aun entre sus adversarios. En 1919 recibió de la Santa Sede la Gran Cruz de San Gregorio Magno, por sus profundos aportes a la obra social de la Iglesia. Murió en Santiago el año 1928, a los noventa y dos años de edad.
Felicitaciones por esta publicación que da a conocer un perfil de la vida y obra de este gran hombre sanfelipeño.